El HIFU (High Intensitive Focused Ultrasound) es un sistema, basado en ultrasonidos de alta intensidad, que permite acabar con los temblores derivados de la enfermedad de Parkinson o del temblor esencial -un tipo de trastorno de movimiento- sin necesidad de cirugía. Sobre el funcionamiento de este innovador dispositivo, la Dra. María Cruz Rodríguez Oroz, directora del Departamento de Neurología de la Clínica Universidad de Navarra, explica que “a través de un dispositivo similar a un casco, se focalizan unos mil haces de ultrasonido en el punto del cerebro responsable de originar los temblores (el tálamo), se efectúa una lesión en esa zona y los temblores desaparecen”.
La Dra. Rodríguez Oroz presentó en Bilbao esta intervención para combatir los temblores en el marco de la jornada divulgativa Encuentros con la Salud. La ponencia, que llevó por título Avances en el tratamiento del Parkinson: Nuevas formas de estimulación y Hifu tuvo lugar en la Biblioteca de Bidebarrieta de Bilbao.
El temblor esencial, que afecta a seis de cada 100 pacientes, es un trastorno del movimiento que generalmente afecta a las extremidades superiores y a la cabeza. “Cuando los pacientes van a realizar una acción como escribir, comer, maquillarse, afeitarse, etc., sus extremidades comienzan a temblar y, esa situación, impide que puedan realizarlas con precisión. Además, a pesar de no tratarse de una enfermedad neurodegenerativa, con los años sí puede aumentar la intensidad del temblor, de manera que llegue a impedirles realizar ciertos tipos de actividades”, explica la directora de Neurología de la Clínica Universidad de Navarra.
Por otro lado, el temblor del párkinson, presente en uno de cada 100 pacientes mayores de 65 años, a diferencia del temblor esencial, es un temblor que ocurre en reposo. Es decir, cuando el paciente comienza la actividad suele tener menos dificultades pero es frecuente que también tiemblen durante la realización de la actividad. En ambos casos, se puede encontrar un “porcentaje no desechable” de pacientes que no va a tolerar los fármacos destinados a tratar los temblores, que van a ser resistentes a ellos, o no van a ser candidatos a una intervención quirúrgica destinada a paliarlos o acabar con ellos. En ese tipo de circunstancias, el HIFU, al tratarse de un tratamiento no invasivo, puede ser una opción.
El HIFU
La intervención comienza cuando el paciente, al que previamente se le ha afeitado la cabeza, tiene colocado el dispositivo responsable de emitir los haces de ultrasonidos y está tumbado despierto, dentro de una resonancia magnética, que va a permitir a los profesionales focalizar los ultrasonidos en un punto concreto y comprobar el efecto del HIFU en la diana quirúrgica. Los profesionales concentran aproximadamente mil haces de ultrasonido en el área y, una vez situados, el neurocirujano comienza a elevar su temperatura hasta realizar una lesión permanente.
“El primer paso es calentar la zona por encima de la temperatura corporal, sin llegar a lesionarla. Por encima de esa temperatura, las células dejan de funcionar momentáneamente, pero todavía es una situación reversible si deja de aplicarse calor. Si al permanecer a esa temperatura, se observa una mejoría en los temblores, se confirma que se está actuando en la zona correcta”, explica Rodríguez Oroz. Gracias a este sistema, los profesionales pueden comprobar el beneficio, evaluar que no se está lesionando ninguna zona circundante y, por tanto, asegurarse de que el paciente no va a sufrir ningún efecto secundario permanente.
Una vez comprobada la ubicación, el especialista aumenta la temperatura de los ultrasonidos de alta frecuencia hasta alcanzar la temperatura necesaria para generar una lesión irreversible y definitiva en la zona que origina los temblores. “Tras esto, el paciente puede irse a su casa, pero nosotros esperamos hasta el día siguiente por seguridad. Llegan por la mañana el día del tratamiento y se van el día siguiente después de desayunar”, indica la neuróloga.
Sobre Encuentros con la Salud
Encuentros con la Salud es una iniciativa del diario El Correo, organizada junto a Docor Comunicación, que cuenta con la asesoría científica de la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao y la Facultad de Medicina y Enfermería de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea y, en esta ocasión, con la colaboración de la Clínica Universidad de Navarra.