La prevalencia de obesidad en España se sitúa entre las más altas de Europa y el mundo. Dos tercios de la población adulta y un tercio de los menores de 18 años padecen exceso de peso en el estado. Ese es el punto de partida de la ponencia de Miguel Ángel Royo-Bordonada, jefe del Área de Estudios de la Escuela Nacional de Sanidad. Instituto de Salud Carlos III, en la conferencia que clausuró ayer la XLIV Semana Médica de Bilbao, organizada por la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao.
“La epidemia de obesidad tiene su origen en la interacción de la genética humana y las vulnerabilidades individuales de carácter biológico, psicológico y social con los profundos cambios sociales y medioambientales ocurridos en las últimas décadas en relación con el entorno alimentario y con la escasa demanda de actividad física en el trabajo, el transporte y el tiempo de ocio”, aseguró Miguel Ángel. “La producción y distribución masiva de productos alimentarios ultraprocesados (ricos en calorías, grasas, azúcares sal y/o aditivos) a precios asequibles, junto con el marketing intensivo y sofisticado de los mismos, son dos de los principales factores sistémicos que están detrás de la epidemia de obesidad”, puntualizó el experto.
“Los azúcares y potenciadores del sabor (sal, edulcorantes artificiales y otros aditivos) añadidos a los alimentos, amplifican el mecanismo de la recompensa cerebral asociado a su ingesta, minando la capacidad de las personas para regular el consumo de productos ultraprocesados”, denunció el especialista. Otros factores ambientales que condicionan nuestras elecciones alimentarias sin que seamos conscientes de ello son la presencia extendida, como opción por defecto, de alimentos y bebidas ultraprocesados; el tamaño grande de las raciones; un etiquetado nutricional difícil de comprender para el ciudadano medio; las alegaciones de salud y avales científicos o profesionales en productos no saludables; los patrocinios de eventos deportivos para niños por empresas de alimentos o bebidas azucaradas; y la transformación de colegios, hospitales y centros deportivos en centros comerciales y distribuidores, mediante la instalación generalizada de máquinas expendedoras. Por tanto, más allá de la responsabilidad individual, hay una clara responsabilidad social, de carácter colectivo, en la forma de alimentarnos”.
En su reciente Informe de la Comisión para Acabar con la Obesidad Infantil, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha hecho un nuevo llamamiento a los Estados Miembros para poner en marcha políticas centradas en la creación de entornos saludables, como los impuestos a bebidas azucaradas, subsidios a productos saludables, restricción de la publicidad alimentaria, etiquetado frontal informativo y prohibición de la venta de productos no saludables en escuelas, centros deportivos y hospitales” señaló Miguel Ángel Royo-Bordonada.
“Lamentablemente, la aplicación de estas medidas en España es todavía nula o, en el mejor de los casos, claramente insuficiente. El caso de la regulación de la publicidad alimentaria dirigida a niños es paradigmático al respecto, ya que se mantiene un código de corregulación insuficiente, que no supervisa la calidad nutricional de los productos anunciados y se ha mostrado inefectivo para limitar la exposición de los menores españoles a la publicidad de alimentos y bebidas no saludables, desoyendo las recomendaciones de la OMS”, concluyó el experto.