Bilbao, febrero de 2014.– El ciclo de conferencias Encuentros con la Salud abordó una conferencia del doctor Juan María Irigoyen, cardiólogo y anterior médico de la Vuelta Ciclista a España durante los últimos 37 años, y del bodeguero Luis Valentín sobre la influencia del vino en la salud cardiovascular. La conferencia, gratuita y abierta al público, se celebró en la biblioteca Bidebarrieta de Bilbao.
Tal y como ha adelantado el doctor Irigoyen con motivo de su conferencia, “el consumo de bebidas alcohólicas es en líneas generales perjudicial para la salud, ya que a más consumo de alcohol, más enfermedades y mayor mortalidad. Sin embargo, algunos estudios realizados en los últimos años muestran indicios de que el consumo moderado de alcohol (dos vasos al día en las comidas para los hombres y uno al día para las mujeres) puede tener efectos beneficiosos para la salud”.
Tal y como ha explicado, “estos estudios se originaron en los años 90 con la conocida como ‘Paradoja Francesa’, ya que en Francia, un país en el que se bebe mucho vino, paradójicamente, se da una baja morbilidad cardiovascular. Además, hay que añadir que una gran parte de Francia consume mucha grasa y a pesar de eso tiene una de las menores tasas de mortalidad de Europa entre los países mediterráneos; esto se justificaría en parte por el consumo de vino tinto y porque en parte de Francia también se utiliza la dieta mediterránea”.
A partir de ahí, surgieron estudios en la misma línea en Estados Unidos y otros países, “favoreciendo el desarrollo de la industria vinícola”. El experto ha recordado que “estos estudios científicos marcan indicios”, ya que “todavía no se disponen de estudios con mayor rigor científico, con controles a doble ciego y en poblaciones grandes, que aporten una evidencia científica más sólida”.
Según ha explicado el doctor Irigoyen, “el componente más beneficioso se encuentra en la piel de la uva negra, que pasa luego al vino, siendo el polifenol conocido como resveratrol. Esta sustancia, presente también en los cacahuetes o las moras, por ejemplo, muestra una acción quimiopreventiva (al ser un antioxidante), antiinflamatoria y con un efecto beneficioso para los diabéticos. Además, previene la enfermedad coronaria y la enfermedad arterial periférica, aumenta el colesterol HDL (colesterol bueno) y tiene un efecto positivo para reducir el riesgo de trombosis e ictus”.
No obstante, el experto ha incidido en que más allá de ese consumo moderado de vino, “éste pierde sus efectos beneficiosos si se bebe en exceso”, siendo de largo mayores los perjuicios que causa que los beneficios. Por ello, “si una persona no bebe, no debe empezar a beber para disfrutar de los beneficios del consumo moderado de vino”.
También ha explicado que “las diferencias en la tolerancia al consumo de vino entre hombres y mujeres no sólo se explica en base a las diferencias de peso entre ambos, sino también en una diferencia metabólica en función de la masa magra y masa grasa de ambos y en la menor presencia de la enzima alcohol deshidrogenasa (ADH) en las mujeres”.
El consumo abusivo de bebidas alcohólicas, según ha explicado el cardiólogo, presenta cinco grandes efectos fisiológicos negativos sobre la salud cardiovascular. “El primero de ellos es que aumenta los triglicéridos. El segundo, es que tiene un efecto tóxico en el corazón, por el que éste se debilita y dilata, provocando la prevalente miocardiopatía dilatada alcohólica. En tercer lugar, aumenta la presión arterial, con consecuencias negativas para la función renal, mayor riesgo de ictus y acortamiento de la esperanza de vida. El cuarto efecto negativo lo constituye la aparición de arritmias cardiacas, especialmente, la fibrilación auricular. Y quinto y último, el consumo abundante de vino provoca sobrepeso e, incluso, obesidad. Hemos de recordar que un vaso de vino (125 ml) posee 116 calorías”.
El experto ha puesto de manifiesto que, a través de los diferentes estudios “parece que el consumo moderado de vino se asocia con un perfil sociocultural distinto a los consumidores habituales de, por ejemplo, cerveza y licores. Así, los consumidores moderados de vino, en algunos estudios, muestran un peso más contenido, beben más en casa que en la calle, mantienen unos hábitos de vida más saludables, etcétera”.
Por su parte, Luis Valentín González, bodeguero que participa también en la conferencia, ha aclarado que “los sulfitos son empleados como conservantes del vino y fungicidas desde la época del Imperio Romano, utilizándose también en el mantenimiento de las barricas en las que fermenta el vino”. El experto ha puntualizado que “la ingesta de sulfitos admitidos por la Organización Mundial de la Salud es de 24 miligramos por litro, que se corresponde con lo que normalmente contiene una botella de vino. Hace unos años, estudiantes de la Facultad de Enología de Burdeos (Francia) estuvieron durante varios años consumiendo 400 miligramos diarios, sin que se viesen efectos sobre la salud. De hecho, el nivel para que una ingesta excesiva de sulfitos provocase una crisis de salud similar a la que provoca una sobredosis de sal, sería de unos 120 gramos para una persona de 80 kilos, algo totalmente fuera de lo posible a través del consumo de vino”.
En cuanto a las histaminas (una amina biológica que se encuentra en el vino y en otros productos alimentarios sometidos a procesos de fermentación) afectan “de diferente forma” a cada individuo. Tal y como ha señalado, según los individuos, se puede dar el caso que absorban de manera excesiva esta sustancia (a causa de un defecto de actividad de una enzima que se encuentra en el intestino), lo que puede causar dolor de cabeza y otras molestias. Sin embargo, los productores, atentos a esta situación, ya se han puesto manos a la obra y han sacado al mercado vinos con unos niveles de histamina mínimos”.
Encuentros con la Salud es una iniciativa organizada de forma conjunta por la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao, el diario El Correo, la Facultad de Medicina y Odontología de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea, y la agencia especializada Docor Comunicación.