Jacinto Bátiz, jefe de Área de Cuidados del Hospital San Juan de Dios de Santurtzi y presidente de la sección de Cuidados Paliativos de la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao
Bilbao, diciembre de 2013.- “¿Cuánto dura un duelo por un marido de cincuenta años, por un adolescente muerto en un accidente de tráfico o por un niño de cuatro años? ¿Un año? ¿Cinco años? ¿Toda una vida? “La pérdida tiene lugar en el tiempo, en un momento dado, pero su posterioridad dura toda una vida”. Ésa es una de las cuestiones que aflorarán en la conferencia que lleva por título Navidad en tiempos de duelo y que pronunciará el jefe de Área de Cuidados del Hospital San Juan de Dios de Santurtzi y presidente de la sección de Cuidados Paliativos de la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao, Jacinto Bátiz, dentro del ciclo de conferencias Encuentros con la Salud. La charla que tuvo lugar, el día 9 de diciembre, en la Biblioteca Bidebarrieta de Bilbao (c/Bidebarrieta, 4).
En fechas señaladas como las navidades se hace más visible la ausencia. Jacinto Bátiz reseña que “lo más aconsejable es afrontar la misma y no rehuir de la ausencia. Hay que afrontar la pérdida. Para nada es un buen consejo ese que te dicen de tómate algo para que esta cena pase rápido. Más al contrario, hay que aprender a recordar sin dolor, a ver fotografías de la persona ausente y hacer memoria de los buenos momentos que pasamos junto con la persona querida. Hay que asumir que esa persona ya no está con nosotros pero que podemos tenerle presente en el recuerdo.
Siendo conscientes de que el duelo “es personal e intransferible”, el experto del Hospital San Juan de Dios recuerda que “los plazos del duelo que manejan las diversas sociedades científicas rondan los dos años. Luego, por norma general, se produce un descenso en la intensidad. Insisto en que no todo el duelo tiene la misma duración, pero hay que vigilar para que éste no se cronifique. En todo caso, ahí juega un papel esencial el entorno porque a una persona le cuesta mucho reconocer y distinguir que tiene un problema. ¿Cómo no voy a llorar a mi ser querido?, se pregunta, sin caer en la cuenta que el problema está afectando a su vida personal y profesional, que se separa de su círculo o que llega al absentismo laboral. Se dejan de hacer planes de futuro, incluso ve al muerto a todas horas o se siente culpable de esa muerte”.
Subraya Jacinto Bátiz que “el duelo no es sólo una serie de sucesos, fases o periodos de tiempo” y denuncia que “nuestra sociedad ejerce sobre nosotros una enorme presión para superar la pérdida, para sobrellevar el duelo. El duelo, el dolor por la pérdida, es un mecanismo natural por el que encauzamos el sufrimiento y la aflicción que sentimos. El duelo es un fenómeno natural e incluso necesario para que nos adaptemos a la pérdida que hemos sufrido. Para muchos seres humanos, es necesario, de momento, cierta especie de olvido del dolor por el muerto (lo que se conoce como nulidad afectiva) para poder salir del duelo y reencontrar la vida. Es una coyuntural estrategia defensiva y, a menudo, transitoria. Luego, cuando el dolor se apacigua, cuando el tiempo pasa, nuestros queridosmuertos regresan a nuestra memoria sosegadamente. El final del duelo se manifiesta esencialmente por la capacidad de amar de nuevo, sin que ello signifique olvidar”.
Cada muerte es diferente y, como consecuencia, el duelo también lo es. Jacinto Bátiz apunta que “a partir del momento en que a una persona le dan un plazo corto de vida comienza lo que se ha dado en llamar duelo anticipatorio. El trabajo con la familia a lo largo de este proceso va a tener una importancia crucial para prevenir el desarrollo posterior problemático del duelo propiamente dicho. Este tipo de duelo es vivido por los familiares en el caso de enfermedades terminales. Como quiera que el duelo anticipatorio ayuda a prepararse y elaborar el duelo propiamente dicho, cuando no hay duelo anticipatorio, como en el caso de la muerte imprevista y repentina (infarto, accidente, asesinato, atentado…), las dificultades pueden ser mayores”.
Entre las conclusiones de la conferencia, el experto hace hincapié en un desajuste vital. “A lo largo de nuestra vida, lo planeamos prácticamente todo. Hacemos planes con semanas de antelación para el cumpleaños, con meses para las vacaciones y con más de un año para la boda. Planeamos la jubilación con décadas de antelación. Pero la muerte, tal vez el viaje más importante de nuestra vida, nos suele pillar por sorpresa. Y cuando perdemos a un ser querido, en lo que es un misterio no deseado de la vida, nunca estamos preparados”.